Historia

Queridísimos: el renacer de las cartas de amor

Escrito por Tom | Publicado el 14 de febrero de 2022


El arte de poner nuestros sentimientos sobre el papel se remonta a siglos atrás. Y aunque en el siglo XXI se ha prestado más atención al correo electrónico que a la palabra manuscrita, con la aparición de una pandemia global hemos sido testigos de un renacer de la escritura de notas personales. Con la ayuda de nuestros expertos en plumas y bolígrafos y en postales Arjan de Haan y Anton Stikkleman, exploramos la historia de las cartas de amor y por qué están experimentando un renacer peculiar pero bienvenido.


En estos días puede ser difícil sentirnos conectados, algo sorprendente teniendo en cuenta que jamás hemos estado más conectados entre nosotros. La democratización de internet con las redes sociales y los dispositivos móviles nos ha permitido llegar a las personas no solo mediante mensajes sino también por vídeo. Tenemos acceso a la información más oscura con un simple toque en una pantalla. 


Pero para muchos de nosotros, nuestras relaciones se han sentido más distanciadas que nunca, algo que se ha reflejado en nuestra relación con la palabra escrita. Tocamos en una pantalla en lugar de escribir; grabamos una nota de voz en lugar de escribir. Nuestra comunicación es más inmediata pero menos gratificante. Cuando se trata de temas del corazón, los mensajes online nos resultan más robóticos. Es por esto que ha aumentado la escritura de cartas, un medio más personal —al menos esta es la teoría que sostiene el experto en plumas de Catawiki Arjan de Haan sobre por qué la gente vuelve a recurrir a las cartas de amor.


En qué consiste una carta de amor


‘Una carta de amor es quizás el mensaje más personal que alguien puede compartir sobre el papel’, dice Arjan. ‘Expresa los pensamientos, sentimientos y emociones más profundos hacia la persona amada, alguien en quien se confía y alguien con quien se quieren compartir. Hoy en día la mayor parte de la comunicación se realiza a través de llamadas telefónicas, correos electrónicos y mensajes de texto. A pesar de que estos métodos son comúnmente utilizados y aceptados, parecen quedarse cortos cuando nos planteamos escribir nuestros sentimientos más profundos y personales. Ponerlos sobre el papel parece más apropiado’.


La idea de lo que puede implicar una carta de amor puede ser bastante amplia. Como explica Shaun Usher en su libro Letters of Note: Love: ‘[las cartas de amor] pueden ser cartas a los amantes, cartas a los difuntos, cartas no enviadas; una forma de correspondencia sin equivalente moderno y una idea a la que millones de personas, incluyéndome a mí, debemos tanto’.




Breve historia de las cartas de amor


Se cree que fue en la Antigüedad cuando se enviaron las primeras cartas de amor, pero no tal y como las conocemos. La primera carta de amor que se escribió fue en la India, según el libro 10, capítulo 52 del Bhagavata Purana —uno de los principales Puranas del hinduismo, textos literarios dedicados al dios Krishna—, cuando la princesa diosa hindú Rukmini envió una a Krishna. En ella le declaraba su amor y le rogaba que la salvara de un matrimonio concertado por su hermano. Cumplió su propósito, pues Krishna más tarde se casaría con Rukmini, aunque cuenta la leyenda que Krishna estaba enamorado de otra, de Radha. 


Los primeros ejemplos también pecaron de prácticos y formales, en vez de ser confesiones de deseos del corazón. Se dice que en el Antiguo Egipto la viuda real Ankhesenamun escribió al enemigo declarado de Egipto, el rey de los hititas, rogándole que la casara con uno de sus hijos.


Un tema recurrente en las primeras cartas de amor es la tragedia. Avanzando rápidamente hasta los inicios de la época moderna, un ilustre dramaturgo conocido como Shakespeare lo exprimió bien; empleaba cartas de amor como medio para el amor teñido de tragedia. Tenemos como ejemplo la carta de Hamlet a Ofelia que su padre lee a la corte real con desprecio y que actúa como precursora de su suicidio, y funciona de catalizador de la locura de Hamlet. 


Duda que ardan las estrellas,

duda que se mueva el sol,

duda que haya verdad,

mas no dudes de mi amor.

Estos versos aumentan mi dolor, querida Ofelia; ni sé tampoco

expresar mis penas con arte; pero cree que te amo

en extremo posible. Adiós.

Tuyo siempre, mi adorada, mientras

esta máquina exista. Hamlet’.


La espada de doble filo de las cartas de amor a lo largo de la historia es que, si bien sirven como un recordatorio del amor, también actúan como prueba cuando este no se puede hacer realidad. En el siglo XX este tipo de amor nunca fue más evidente que durante la guerra, cuando los soldados enviaban cartas a sus seres queridos. El franqueo era gratuito durante las dos guerras mundiales, lo que significaba que cada soldado, fuera o no escritor, podía escribir a casa a sus seres queridos. De manera conmovedora, un lado de las postales a menudo se dejaba en blanco para que los soldados pudieran responder, algo que muchos de ellos nunca harían. 


Un ejemplo notable del poder de las cartas de amor en esta época fue la correspondencia entre Gilbert Bradley y Gordon Bowsher; dos miembros de las fuerzas armadas británicas que se enviaron más de 600 cartas entre sí durante la II Guerra Mundial. En un momento en que la homosexualidad era ilegal y estaba castigada con la cárcel, la pareja siguió escribiéndose, arriesgando mucho su seguridad. En una carta Gordon escribe: ‘Para mí, nuestro amor es tan grande que siento que no puede existir sin que todo el mundo sea consciente de él. Siento que toda nuestra felicidad y toda nuestra infelicidad deben ser compartidas’. En circunstancias fortuitas, estas cartas se compartirían más tarde con el mundo cuando fueron descubiertas por el conservador del Museo de la Ciudad de Oswestry, y ahora se convierten en un libro.


Un renacer moderno


No obstante, actualmente hay menos tragedia y más ternura en las cartas de amor a las que la gente está recurriendo. Escribir una carta de amor puede sonar un poco indulgente y anticuado, pero van más allá de admitir sentimientos persistentes. Las cartas han experimentado un renacer en parte debido a la separación física que las personas han tenido que soportar por la pandemia mundial. En Irlanda, por ejemplo, el servicio postal encargó cinco millones de postales para entregar en domicilios de gente que luego se podrían enviar a alguien de forma gratuita, en un intento reflexivo de inspirar a las personas a escribir a aquellos de los que no podían estar cerca. Fue tal el éxito, que se enviaron cinco millones más. 




La fascinación por escribir cartas también se debe a la creciente aversión de la gente a la performatividad de las redes sociales. Estas notas de amor son un consuelo, algo en lo que cualquiera puede encontrar compañía, explica el experto en postales Anton Stikkleman. ‘Hoy en día hay demasiados medios para comunicarnos. Las postales y las cartas eran la manera perfecta de enviarle un mensaje a la persona amada. Y la gente está redescubriendo que escribir es algo mucho más personal’.


En el corazón de la escritura de cartas de amor hay dos fuerzas impulsoras: el acto de amar y los anhelos. Saber que alguien se ha tomado su tiempo para dedicarte unas palabras es una pequeña prueba de que incluso cuando el mundanal ruido es ensordecedor, en las cartas siempre hay un recordatorio silencioso de que nunca estamos realmente solos. Y al igual que las cartas de Bradley y Bowsher, cuyos tiernos mensajes se han publicado para que el mundo los vea, son una prueba de que encontrar el amor verdadero es algo que existe fuera del tiempo y el espacio; a veces todo lo que necesitamos es papel y un bolígrafo.


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