Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a la escuela española del siglo XVIII-XIX, que representa el sufrimiento espiritual y la resignación ante el destino, encarnando el dolor profundo y silencioso de una figura sagrada que acepta su aflicción como parte de su misión divina. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite. · Dimensiones con marco: 72x60,5x6 cm. · Dimensiones sin marco: 45,5x34,5 cm. · Óleo sobre tela del siglo XVIII-XIX. · La pieza se encuentra en buen estado de conservación, presenta restauraciones. · La obra se vende con precioso marco de época (incluido en la subasta como regalo). La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona. Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote. El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte. El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional. ------------------------------------------------------------------ Este cuadro nos presenta una imagen profundamente conmovedora y de gran carga emocional. En el centro de la composición, se encuentra una figura femenina envuelta en un manto negro que cae con suavidad sobre sus hombros, enmarcando su rostro pálido y alargado. Su expresión es de un dolor sereno, una tristeza que no se desborda en desesperación, sino que se mantiene contenida en una actitud de resignación y devoción. Su mirada, baja y melancólica, refleja un sufrimiento silencioso y una aceptación del destino que la atraviesa. El rostro de la figura es de una delicadeza sublime, con facciones finas y suavemente sombreadas, lo que acentúa la sensación de tristeza y espiritualidad. Su piel, clara y con una leve tonalidad ceniza, contrasta con la profundidad del fondo oscuro, lo que resalta su presencia y dirige toda la atención hacia su expresión y postura. Sus ojos, de mirada apagada pero llena de significado, evocan el peso de un dolor interior que trasciende lo físico y se convierte en un sufrimiento espiritual. Uno de los elementos más impactantes de la obra es la espada que atraviesa simbólicamente su pecho. Con la empuñadura dorada y una hoja afilada que se adentra en su corazón, este objeto no representa una herida física, sino un dolor profundo, una aflicción que va más allá de lo corpóreo. Ella no se retuerce ni muestra señales de resistencia; al contrario, su postura transmite una aceptación de la pena, una entrega absoluta a su destino. Sus manos, entrelazadas en un gesto de recogimiento y humildad, refuerzan esta sensación de resignación y sufrimiento interior. El aura dorada que rodea su cabeza es un símbolo inequívoco de su santidad y pureza. No se trata solo de una mujer afligida, sino de una figura sagrada, cuya tristeza no es solo personal, sino universal. Este resplandor tenue, en contraste con el fondo oscuro, confiere un aire místico y celestial a la escena, realzando su carácter devocional. El uso del claroscuro acentúa la intensidad de la imagen, generando un dramatismo que profundiza la sensación de compasión y veneración en el espectador. Los detalles de su vestimenta no pasan desapercibidos: el manto negro, que simboliza el duelo y la tristeza, se pliega de manera natural sobre su cuerpo, mientras que las mangas rojizas de su túnica insinúan una pasión contenida, una llama de dolor que aún arde en su interior. Los ribetes blancos de su atuendo añaden un contraste de pureza, recordándonos que, pese al sufrimiento, esta figura se mantiene inmaculada y fiel a su propósito divino. En conjunto, este cuadro es una representación magistral del dolor sacro, la resignación y la espiritualidad. La figura femenina, envuelta en su manto de luto y atravesada por el símbolo de su aflicción, encarna el sufrimiento más puro y elevado, el que trasciende la carne y se convierte en una prueba de fe. La composición, con su juego de luces y sombras, su expresividad contenida y su simbolismo poderoso, logra transmitir una emoción profunda, conectando con la sensibilidad.